Published On:miércoles, 10 de mayo de 2017
Posted by marisa
Caso Peralta, la peor condena
Emilio Rubén Peralta recibió ayer la pena máxima. Las juezas de la Cámara Primera del Crimen y 8 jurados populares votaron por unanimidad la condena.
“La peor condena es la que le dio la vida. Por más que le den perpetua, eso no será nada comparado con la tragedia que Peralta vive todos los días, por no tener a su hijo”. Las palabras de Federico Guerrieri, el abogado defensor de Emilio Rubén Peralta (60), quedaron resonando cuando acabó su alegato.
Tenían un destinatario claro: los 8 jurados populares que ayer debían votar por la culpabilidad o la inocencia del vecino de General Cabrera que mató a su hijo en plena borrachera.
El trágico episodio sucedió la madrugada del 28 de marzo de 2015. Peralta, un hombre bonachón, que desde hace años padece alcoholismo, estaba tan embriagado que acabó reaccionando por una nimiedad contra una de las personas que más amaba, Javier Emilio Peralta (30), el hijo con el que convivía en calle Mitre al 600, de Cabrera.
Las pruebas de que Peralta padre fue quien tomó la cuchilla de carnicero y le aplicó una puñalada letal eran tan concluyentes que su estrategia defensiva consistió en demostrar que actuó bajo “emoción violenta” o que su estado de ebriedad debía considerarse una “circunstancia extraordinaria” para atenuar la pena que fija el Código Penal para un filicidio, que no es otra que la perpetua.
Los familiares del acusado se llegaron en gran número a Tribunales y se abrazaban a una luz de esperanza, pero a las 17.30 se anunció el fallo que fue unánime: las juezas de la Cámara Primera (Nora Sucaría y Virginia Emma) y los jurados populares votaron por la condena a Emilio Rubén Peralta a prisión perpetua.
Tras el anuncio se hizo un silencio sepulcral en la sala. Sólo había pesar y un interrogante: ¿Qué desencadenó la inesperada reacción de un hombre manso?
El fiscal Julio Rivero recordó en su alegato lo que había dicho el único testigo presencial que tuvo esa fatídica noche en casa de los Peralta. Ese testigo, de apellido Antivero, confió que Emilio había llegado a su casa ebrio y de buen ánimo, tanto que se sentó en la falda de su hijo y se pusieron a cantar. El estallido de furia -confió- se produjo cuando el hijo del acusado le dijo que si no fuera porque él lo asistía, estaría muerto porque el resto de sus hijos ni siquiera lo visitaba. Esas palabras dispararon algo en el interior de este changarín de 60 años. “Estaba como poseído, traté de frenarlo y no pude.
Después de lo que hizo, me decía: ‘¡Pedí ayuda, pedí ayuda!’”, recordó el testigo, pero ya era tarde.
FUENTE: DIARIO PUNTAL
FOTOGRAFÍA: DIARIO PUNTAL