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Published On:jueves, 18 de febrero de 2016
Posted by marisa

CÓRDOBA Muchas familias no volverán a casa luego del temporal

Mientras terminan de relevar los daños ocasionados por el tremendo temporal del lunes pasado, la Provincia y la Municipalidad determinaron el número de afectados por la tormenta de una semana antes: el domingo 7. Muchos de ellos, perjudicados por las dos lluvias.
Se trata de 250 familias que recibirán ayudas económicas de hasta 10 mil pesos. La peor parte la sufrieron 12 familias, todas de Villa Richardson, que no podrán volver a sus hogares y deberán ser reubicadas. Precisamente éstas fueron las que más padecieron también el segundo temporal.
Se trata de vecinos de Villa Richardson, El Tropezón, Costa Canal, Mafequín, Villa Urquiza, Miralta, Quebrada Las Rosas, José Ignacio Díaz III y IV, La Tablita, Villa Ábalos, La Toma, Parque República, Bella Vista y San Pablo, entre otros.
El secretario de Desarrollo Social de la Municipalidad, Walter Ferreyra, confirmó que mañana entregarán los subsidios de entre 2.500 y 5 mil pesos según el grado de daño constatado.
Villa Richardson
De las 43 familias damnificadas por la primer inundación, 12 ya no podrán volver. Muchos viven desde hace 10 días en el Polideportivo General Paz. “Tuvieron daños totales y van a tener que ser relocalizados”, dijo el funcionario y aclaró que por eso recibirán una ayuda mayor (10 mil pesos) y el pago de un alquiler hasta que se les entregue la casa. “Estamos realizando gestiones la Provincia y la Nación para atender la situación de los asentamientos que están en zonas inundables. Van a tener prioridad para ingresar en los futuros planes de vivienda”, explicó el funcionario y evitó hablar de plazos: “Estamos trabajando”.
Hoy, los técnicos de la Municipalidad constatarán los daños ya relevados por la Provincia. Luego, los vecinos designaran representantes para formar una mesa de trabajo junto a funcionarios para la relocalización y reconstrucción.
"No podemos volver a casa"
“El agua llegó justo hasta abajo de la estatua de la Virgen de Lourdes que tenía en el comedor. Lo mismo con el cuadro de Jesucristo que había en mi pieza. No los tocó”. Juan Lafuente se aferra a la fe para imaginarse un futuro mejor. Con su mujer alojada desde hace 10 días en el centro de evacuados montado en el Polideportivo General Paz, y sus tres hijos repartidos en casas de familiares, el hombre sirve desayunos toda la mañana en la puerta del Hospital Misericordia. 
Ese –cuenta– es el trabajo de su esposa: atender un quiosco y cafetería en un carro fabricado por él hace algunos meses. “Yo trabajo en la construcción, por mi cuenta, y ahora perdí todas mis herramientas”, lamenta. 
Llevan siete años viviendo a pocos metros del Hospital, a la vera de un canal, en un sector que algunos llaman Villa Richardson y otros conocen como El Chaparral. “No podemos volver, porque en dos semanas tuvimos un metro y medio de agua dos veces, y lo único que sabemos es que el agua no te da tiempo a nada”, reflexiona. Las tormentas del 7 y el 15 de febrero pasaron por encima de sus casas, arrastraron sus pertenencias, y los sentenciaron a irse. 
Sus hijos, de 9, 6 y 4 años, están al cuidado de algunos parientes. No quieren llevarlos al Polideportivo porque las comodidades son pocas, el calor es mucho, y prefieren el ambiente familiar. “Mi mujer se viene abajo de ánimo, pero yo le digo que esté tranquila, tenemos el carro, tenemos trabajo y, aunque no podamos volver a casa, vamos a salir adelante”, explica. Y se explaya argumentando que él debe mantenerse fuerte para sostener al resto. 
Mientras sigue sirviendo desayunos, agradece a las muchas personas que le están dando una mano. “Mirá, ese que viene ahí me trae la nafta para el carro”, dice, señalando a un hombre con un bidón que se acerca. Quiere mostrarse optimista, pero sabe que las deudas no entienden de razones excepcionales ni de fenómenos meteorológicos. “Además tengo cosas que pagar, la cuota del auto por ejemplo, y si no trabajo no hay cómo”, confiesa, y se siente obligado a explicar que al auto lo compró con su esfuerzo, y en cuotas. Como si hiciera falta. 
“Pero volver, volver no se puede”, concluye con la voz entrecortada. 
Histórico
Darío es otro vecino de la zona que nos conduce en una recorrida por la zona del desastre. Lleva más de 30 años viviendo ahí, y jamás había visto una inundación semejante. Omar es “nacido y criado” en esos terrenos, y en sus más de 50 años recuerda que, como máximo, el nivel del agua había tocado los 40 centímetros. “Por eso teníamos estas parecitas, para contener el agua, pero ahora tuvimos más de un metro y medio, volteó tapias y se llevó todo”, describe. 
Los vecinos creen que hay nuevos desagües desembocando en el canal, que hacen que con mucha lluvia en poco tiempo, el cauce colapse. 
 Frente a la casa de Omar vivían sus dos hijos, quienes –al igual que él– acumulan pérdidas totales, más la imposibilidad de regresar. Provisoriamente en un centro de evacuados, o haciendo guardia en lo que supo ser su casa, o cumpliendo con las obligaciones laborales, esperan una solución habitacional definitiva, porque con la precariedad podían convivir, pero con el agua adentro 

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